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Fuera de órbita
| Stanley Vega / Diarioviento | Mayo 08, 2014
El arte es un territorio donde confluyen extrañas almas, muchas de ellas impelidas por la inconformidad o la no pertenencia a este mundo abrumador que gira al ritmo de unos pasos monocordes, comunes y silvestres.
Pero es también un lugar donde convergen otros seres. Quizá visitantes de un planeta trastocado.
Para que tengan una mejor idea de este caso, les pintaré brevemente dos escenas vividas hace un tiempo.
Hacia finales de los noventa, durante la realización
de un recital que junto a otros amigos organizábamos en
No contábamos que su atrevimiento era mayor. Se subió al proscenio, extrajo de su mochila una vieja grabadora de cassettes y después de presionar play se dirigió al público:
– Buenas noches a todos, amigos de Chiclayo, del mundo y otras galaxias. Con ustedes Marco Antonio Reátegui, reconocido poeta y escritor motupano, colaborador en revistas y periódicos de España, Francia, Inglaterra y Latinoamérica, candidato al Premio Cervantes, quien hoy nos ofrecerá uno de sus mejores poemas– Se presentó y empezó a leer un desastrado discurso a la palta y al cocodrilo que mantenÃan como mascota en la plaza de su pueblo.
Casi todos sonreÃmos y el resto de público apenas se quedó estático, intercambiando miradas de desconcierto. Al finalizar el evento descendió del escenario y a cada uno nos extendió su mano. Se le escuchó hablar de todo pero menos de literatura. De lo más normal.
En otro tiempo, a inicios del 2000, apareció una chica de mediana estatura, simpática e hiperactiva. Y que no paraba de sonreÃr. DecÃa llamarse Camila Crush. Era infaltable en los conciertos de metal o punk. Y en una de las primeras ocasiones que hablamos me contó que era manager de varios grupos y que ella misma era cantante y que incluso escribÃa poemas.
–Y es más, gatito, estoy escribiendo mi primera novela.
Después de aquella conversación, la vi en otro tipo de eventos: presentaciones de libros, exposiciones de pintura, recitales y obras de teatro. Pero hasta ese momento ya era conocida. Sacaba su cámara fotográfica y a medio mundo les hacÃa tomas. El flash reventaba y también ese medio mundo bien sabÃa que no habÃa rollo en la cámara de Camila. Solo fingÃan posar ante la flamante periodista.
–Vamos, guapo, anÃmate, yo puedo ser tu agente literaria –me dijo esa vez. Puede ser Gata, le dije. Solo déjame masticarlo.
Fue el año pasado que luego de varios años volvà a encontrarme con ella. Pensé que ya tenÃa esposo o en todo caso regresado a su planeta. Pero no, me comentó que pese a bordear los cuarenta un joven metalero le habÃa pedido que se casaran. Y como la vi con el vientre hinchado supuse que estaba encinta. Que ya habÃa dejado de lado sus ficciones. Equivocado. DÃas después supe que Camila Crush vivÃa con un tumor en el útero desde hacÃa buen tiempo.
Ilustración: Simendez. Facebook: https://www.facebook.com/pages/Simendez
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