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Elecciones 2021 y la virtud de los indecisos

  |   Álvaro Dí­az Dávila / Sacado de contexto   |   Marzo 15, 2021

Estas elecciones no se están dando en un contexto democrático, sino que se desarrollan en medio del llanto y la desesperación por las miles de muertes por covid-19, y en medio también de una profunda corrupción que ahoga a nuestra clase política. Eso sumado a la influencia de internet y las redes sociales, podemos decir que estas elecciones no tienen precedentes. Lo que considerábamos imposible, en estas circunstancias puede ser posible.

Uno cree que entiende al Perú, pero apenas somos capaces de ver una fracción de la realidad, dependiendo de la burbuja en la que uno vive. Creemos tener el diagnóstico de los males que nos aquejan, creemos conocer al enemigo, pero si ya de por sí nuestro entendimiento de la realidad está sesgado, cómo será ahora que estamos obligados a usar solo un único medio para interactuar: internet. Hemos reducido las conversaciones y los intercambios de opiniones en espacios reales para refugiarnos detrás de la máscara de un perfil virtual, donde es más fácil levantar la voz y darnos la razón a sí mismos. Los algoritmos de Google y Facebook están ávidos de satisfacer nuestras pulsiones y emociones más intensas. Las redes sociales quieren nuestra atención y el camino más rápido para ello es la polarización. El debate alturado, el voto concienzudo, el análisis o la profundización de las ideas han quedado relegadas a un plano secundario. Ser tibio no es rentable, los bravucones han impuesto sus reglas y, como en medio de una vorágine de caos, nos vemos obligado a elegir un bando: o es negro o es blanco. 

Las elecciones son el espejo donde vemos reflejados nuestros prejuicios y temores más intrínsecos. Como el voto es individual y libre, en cada elección una persona experimenta un empoderamiento infantil que lo manifiesta con orgullo y en estas elecciones esa libertad —distorsionada por internet— la están llevando a los extremos más peligrosos. Estamos utilizando nuestro hastío político como excusa para tomar decisiones impulsivas. Las fake news de Willax son tan solo la primera chispa de un futuro incendio, miles ya tienen una mecha encendida entre sus manos. ¿Cómo entonces podemos construir un pensamiento crítico si todos los días en las redes hay batallas campales? ¿Cómo es posible cuestionar la manipulación si somos nosotros los que nos manipulamos? Nunca antes nuestro voto ha carecido tanto de sustancia.

Los políticos no van a cambiar el mundo. Son necesarios, pero siempre van a estar un paso atrás, olfateando lo que sus electores están necesitando. Los políticos son como malos actores que interpretan un guion dictado por nuestra confusión y nuestros caprichos, es el guion de nuestros miedos y deseos. Hay que curarnos de la ingenuidad de creer que un candidato puede ser nuestro salvador. El político es nuestro empleado público. Le otorgamos un poder transitorio para que administre una parte del Estado. Tienen que hacer pactos, alianzas, acuerdos. No se trata de que sean deshonestos o corruptos (que por desgracia casi siempre lo son), sino que los hilos con los que se hilvana la política y la democracia son tan complejos y enmarañados que todo político termina traicionando inevitablemente a su electorado. Entender esa realidad contradictoria es nuestra responsabilidad.

Por ello, considero que no debemos votar tanto en función a las promesas, sino poner en la balanza también capacidad de diálogo y el temple político. Detrás de un candidato radical se esconde una incapacidad para entender un problema. Pero no olvidemos que un candidato radical es producto de un voto radical. Un voto reaccionario más que reflexivo. Es por ello, estimado elector, le pido que reconsidere su voto. Si usted cree que ya eligió un candidato, lo mejor es que ponga en duda su elección. No le pido que elija tal o cual partido, solo considero que es saludable que reconsidere sus motivos. Esto es lo más sano que puede hacer por el país y no le costará nada. Solo piénselo un poco más. Olvídese de las encuestas. Abrace la duda, empiece por los cuestionamientos. La democracia es frágil y lo mejor que podemos hacer para conservarla es ejercer un voto inteligente. En este momento, los que están más seguros de su decisión son los más necios. Están llevando la ventaja; ya pisaron el acelerador de un motor maltrecho llamado Perú y lo están llevando al barranco. En estas circunstancias, solo los indecisos nos salvarán de una catástrofe.

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