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Los últimos días de la prensa

  |   ÃÂlvaro Dí­az Dávila / Sacado de contexto   |   Mayo 19, 2021

La prensa está llegando a un nivel de desprestigio del cual quizá ya no tenga retorno. La parcialización de los grandes medios hacia la candidatura de Keiko Fujimori es tan burda y evidente que, de seguro, les pasará factura. Es cierto que no es la primera vez que sucede, pero también es cierto que hoy en día la presencia de internet y las redes sociales juegan un rol mucho más protagónico que ayuda a desenmascarar los intereses ocultos de los grandes medios. El grupo El Comercio le está fallando al Perú y creo esta vez el país reaccionará con un rechazo más contundente.

Nos enfrentamos a un fenómeno que podríamos llamar la “willaxización†de la prensa, donde la verdad y la objetividad se han trasladado a un terreno mucho más incierto y difuso. Es verdad que la objetividad como tal no existe, pero lo valioso es hacer todo lo éticamente posible para acercarnos a ese ideal. Sin embargo, ahora el punto donde partimos para medir esa objetividad es cada vez más peligrosamente relativo. Siempre se ha visto que los medios interpretan la realidad en función de los intereses de sus financistas; pero el descaro con el cual ahora lo están haciendo nos habla mucho del camino de polarización al cual nos están conduciendo. No les importa dividir al país o desinformar, lo que quieren es mantener contentos a su nicho de mercado.

Willax es el ejemplo más alarmante de esa desvergüenza y Beto Ortiz es el límite más bajo al que ha podido llegar el periodismo. Su presencia encarna la más rabiosa y cachosa podredumbre moral. Willax ha reciclado lo más vergonzoso de la prensa peruana para aplicar una especie de terrorismo mediático, al servicio de la derecha limeña más rancia. Su ejercicio periodístico roza con lo ilegal y pone contra las cuerdas la necesidad de defender la libertad de expresión. Sin duda se trata de comunicadores inteligentes, que saben poner el dedo en la llaga y conocen muy las estrategias de un buen discurso. No por nada, por más que Beto Ortiz sea uno de los periodistas más desprestigiados del país, sus destapes y opiniones siguen estando en la boca de todos casi todas las semanas. Son provocadores talentosos al servicio de la corrupción. Los resultados de estas elecciones serán de vital importancia para definir el futuro del canal de Erasmo Wong, porque si gana Keiko podría convertirse en un medio oficialista con un abrumador poder económico e influencia social. En cambio, si gana Castillo será un histérico canal de oposición capaz de vomitar mentiras a diestra y siniestra para traerse abajo el régimen. En ambos casos, Willax sí o sí será un duro oponente para una sociedad civil que busca convivir en paz y en democracia.

Las consecuencias de esta “willaxización†se irán en dos direcciones. La primera es que la noticia caerá, aún más, en una especie de vorágine sensacionalista en donde la verdad y la mentira jugarán un pin pon. El espectador entrará en una especie de aturdimiento y su cerebro quedará machacado por las emociones intensas, como el odio y la venganza. 

La segunda consecuencia es más positiva y tiene que ver con el importante rol que están cumpliendo las iniciativas de periodismo independiente que podemos encontrar en Youtube y en portales de internet. Las grandes cadenas de televisión están perdiendo credibilidad, pero la necesidad de información sigue y seguirá estando vigente. Esta es la oportunidad para que medios pequeños, y periodistas con audacia y atrevimiento, se arriesguen por formatos más reducidos, que les den libertad de movimiento y sobre todo que les garanticen libertad de expresión. Lo que están haciendo Marco Sifuentes con La encerrona, Renato Cisneros y Josefina Townsend con Sálvense quien pueda, Víctor Caballero en El diario de Curwen o Glatzer Tuesta con No hay derecho, entre otros, sumado a portales valiosos como Ojo público, El foco o Salud con lupa, son importantes ejemplos de un periodismo sin agenda empresarial. Incluso podríamos incluir en esta lista a César Hildebrant y su semanario Hildebrant en sus Trece. Al final, la renuencia de Hildebrandt por estar en un medio grande terminó siendo visionaria, en el sentido de que la mejor manera de poder hacer bien tu trabajo es no responder a un jefe que tiene la billetera abultada.

Sin embargo, por muy interesantes que nos parezcan, estas iniciativas no podrán nunca abarcar la capacidad de investigación y de difusión de una corporación mediática o de una casa televisora. Existe, por lo tanto, una enorme incertidumbre por el futuro del periodismo en nuestro país (y en el mundo entero). ¿La prensa caerá en el sensacionalismo y en la polarización para generar atención? ¿La prensa de prestigio terminará reducida a un producto de consumo para élites y profesionales con la paciencia y el criterio de investigar la verdad? ¿Los mejores periodistas se volverán necesariamente independientes? Me parece que todas esas respuestas van a depender de la capacidad de desarrollar el pensamiento crítico entre los peruanos. O dejamos que dominen nuestra mente o nos liberamos y empezamos a pensar por nosotros mismos.

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