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Enemigos de la democracia

  |   Álvaro Dí­az Dávila / Sacado de contexto   |   Marzo 28, 2021

 

Tenemos una tendencia innata al conflicto grupal. Como seres humanos estamos programados para identificarnos con nuestro propio entorno y rechazar lo que nos parece ajeno. En un contexto político tan intenso, como son las elecciones generales, es normal que estas necesidades de pertenencia se intensifiquen y que nos atrincheremos con mayor apasionamiento detrás del candidato que nos parece más a fin a nuestros ideales y buenos deseos, pero también, hay que decirlo, al que reafirma mejor nuestros sesgos y prejuicios. Sin embargo, aun teniendo en cuenta que en este tipo de contienda siempre hay golpes bajos, considero que en una democracia hay determinadas reglas de juego que son necesarias respetar. Estas son opinar y debatir en base a la verdad, el respeto y la búsqueda del bien común.

Todos los días en las redes sociales somos testigos de cómo los simpatizantes de varios partidos, ya sean de izquierda o de derecha, caen en el fanatismo, el exabrupto y el enceguecimiento. Quieren creer lo que les conviene, se niegan a las evidencias y se inventan enemigos. Todos estos hechos son lamentables y en muchos casos repudiables, pero, de todos ellos, los que me parecen más peligrosos son los seguidores del candidato Rafael López Aliaga. Y la razón es que, a diferencia de los demás candidatos, considero que es el mismo López Aliaga, y varios de sus candidatos al Congreso, son los que encarnan y difunden la mentira, el odio y el resentimiento.

No son sus propuestas, sino las emociones que despierta lo que lo ha hecho conseguir simpatizantes. El plan de gobierno de Renovación Popular (RP), aunque tiene bien identificados algunos de los problemas que aquejan al país, no propone estrategias concretas sobre cómo los resolvería. Solo hay objetivos generales, que suenan muy bien, pero que no podemos comprobar su viabilidad. Este análisis se corrobora con varios estudios que se han realizado: en el primero, de la Universidad del Pacífico, el plan de gobierno de RP obtuvo un porcentaje desaprobatorio (38 % de 100 %) en su adecuación a la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, promovida por las Naciones Unidas. En un segundo estudio sobre cómo lucharían contra la pandemia, el partido celeste aparece en los últimos lugares con un preocupante 9 % por no cumplir con los lineamientos recomendados por la OMS. Y en un análisis de las propuestas educativas de cada partido, RP tiene un resultado pobrísimo.  Es verdad que para la mayoría los planes de gobierno no son un factor determinante al momento de tomar una decisión, pero es necesario partir de que las estrategias de trabajo de RP son bastantes flojas. ¿Será por eso que Rafael López Aliaga huye de los debates? Entonces, si no son tan buenas propuestas, ¿qué es lo que les gusta tanto a sus seguidores?

A inicios de este año, López Aliaga se negó a firmar el Pacto Ético Electoral. ¿Qué podríamos esperar de un candidato que desde el inicio no quiere jugar limpio? Semanas después empezamos a escuchar sus barbaridades. Una vez dijo —refiriéndose a la eutanasia y al caso Ana Estrada— que esa señora era una “chiflada” y que “si la gente se quiere matar que se tire de un edificio”. Luego propuso poner en un hotel cinco estrellas a menores embarazadas tras ser víctimas de violación, demostrando, aparte de falta de empatía con las víctimas, que no tiene la más mínima idea del problema al que se enfrenta.

Ha tildado de “Baboso, comunista de porquería y terruco” al presidente Francisco Sagasti. Llama “mermelera” y “fiera salvaje” a la periodista Mónica Delta. Además, las periodistas Rosa María Palacios y Juliana Oxenford han denunciado múltiples ataques en sus redes sociales por supuestas cuentas falsas creadas por su equipo de campaña.

A todo esto, hay que sumarle las ofensivas y peligrosas declaraciones de varios de sus candidatos al Congreso en relación a las mujeres, la igualdad de género y la población LGTBI. En particular, ya que este es un medio lambayecano, es pertinente resaltar lo escrito por el candidato de nuestra región Juan Francisco Aspíllaga Muñoz (N° 5), quien en sus redes sociales afirmó que “las instrucciones para curar a los que se creen de género transespecie es dejarlos 3 días en la azotea a punta de sol y agua”.

Y con López Aliaga no solo hay ofensas, sino también mentiras e irresponsabilidades. A sus falsedades en relación a la vacuna peruana, su posición a favor del uso de la ivermectina, sus inconsistentes amenazas contra Odebrecht, la injerencia de George Soros en sus negocios, sus deudas con la Sunat, recurrir a los fondos de Reactiva Perú a pesar de criticar las medidas del Gobierno durante la pandemia, y la supuesta dependencia de los grandes medios por la publicidad estatal, se le suma sus inaceptables descuidos para elegir a sus candidatos al Congreso, algunos que ni siquiera conocen las regiones por las que postulan y otros que tienen órdenes de captura. Todo esto me parecen pruebas suficientes para considerar que la candidatura de RLA es, por un lado, muy improvisada y, por el otro, deshonesta en relación al acuerdo ético que debe tener toda competencia electoral.

Sin embargo, no soy ingenuo, sé que no estamos viviendo en Suiza y que nuestra política peruana es un lodazal de corrupción y malas intenciones. No es la primera vez que un candidato utiliza el ataque y la confrontación como columna vertebral de su campaña. Los candidatos no van a cambiar, sino somos nosotros, como electores, los que tenemos que exigir de ellos un mayor respeto y un mayor espíritu democrático. Es nuestra responsabilidad como ciudadanos informarnos y abrir los ojos ante las evidencias. La mentira y la agresión no deben ser negociables ni justificadas. Si después de todo uno concluye que igual votará por tal candidato, pues que al menos sea una decisión producto más de una reflexión que de un impulso segregacionista. Hay que bajar el nivel del fanatismo y subir nuestra capacidad de análisis. Al final de cuentas, la única manera de salir del hoyo en el que estamos metidos es a través del diálogo y la unión, porque una vez que un partido gane las elecciones, no podrá llevar a cabo ninguna acción si antes no hace alianzas y acuerdos políticos. En la tolerancia a lo diferente está la solución. Desde el ataque no se conseguirá nada. Si no hacemos bien nuestra labor, seremos nosotros, como votantes irresponsables, los verdaderos enemigos de la democracia.
 

 

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