Hoy el portal Locheros, nuestra casa, cumple un año de fecunda y loable labor al servicio de la sociedad lambayecana y mundial; ofreciendo información y comentarios diferentes al tipo de prensa del que ya estamos acostumbrados y cansados. En Locheros todos nos ajustamos las faldas y los pantalones al momento de decir la verdad, lo que pensamos, sin censura y felizmente este acto de confianza ha sido tomado a bien por ustedes queridos lectores. En “Xam”, para celebrar juntos este año, decidimos hacer la reseña de un artista que se denomina el “guerrero del arte latinoamericano”: Juan Carlos Ñañake.

Ñañake es uno de los artistas lambayecanos más reconocidos, con más de 100 exposiciones colectivas y más de 30 individuales. Ha recorrido todos los caminos del arte: pintura, óleo, fotografía artística, body art, grabado, xilografía, etc. Aparte hay que mencionar su labor como gestor cultural, es uno de los organizadores del “I Salón Latinoamericano de Artes Plásticas y Visuales” –en homenaje al maestro Ángel Chávez López– que se inaugura hoy en Chiclayo, entre otros eventos.

Ñañake divide su obra en dos etapas: la etapa que podríamos denominar “simbolista prehispánica” y la “etapa social”. En la primera destaca sus series “Ancestral” y “Ritual”, en las cuales vierte todo su conocimiento y amor por su natal Lambayeque. Hay un compromiso asumido en la revaloración de las culturas prehispánicas del norte no sólo como pasado de Lambayeque, sino también como presente.

Destaca el cuadro que denominaremos “Ancestral 1”, una obra muy compacta que evidencia el adecuado balance entre figura y fondo, entre línea y color. Lo mismo pasa con los cuadros de “Tumbas” donde hace una interpretación muy personal de estos hallazgos.

El “Sacerdote Mochica” es una buena obra, pero el uso de tonos iridiscentes no permite apreciar los ricos detalles de la obra. Algo similar sucede con “Bases latinoamericanas”, donde las líneas nerviosas que caen sobre la obra rompen la imagen compacta de la misma.

De toda su producción, la parte a reforzar más son las pinturas abstractas, como se aprecia en algunas de su estancia en Loja (Ecuador), y los dibujos. El cambio de temática en este último es positivo, pero falta soltura en los cuerpos.

“Canto a los desaparecidos” es lo mejor de su obra social y la cumbre de toda su producción. En ella Ñañake vierte los conocimientos de toda una vida, los cuales sirven para rendir un sentido homenaje a los desaparecidos por el terrorismo. Aquí se ven personajes idos, grises, que expresan una tristeza contenida, una pena que se prolonga interminablemente. Estos son seres de rostros redondos, narices interminables, bocas pequeñas y ojos minúsculos, ojos que sueñan con ver a los suyos… Como dice Ñañake: “Se debe pintar para que otras generaciones vean, lo que en un momento sucedió”.

Destacable “Madre con su hijo” y “Angustia”, en las cuales se capta muy bien la impotencia de la persona, desasosiego que es acentuado por la pintura que cae sobre el cuerpo del individuo.

La serie “N.N” da nombre a esos miles de peruanos que –alguna vez, como nosotros– tuvieron identidad. “Fosa Común” una de las obras más apreciadas por Ñañake, aborda de manera delicada las fosas donde muchos compatriotas siguen ocultos de los suyos. Con mucho respeto Ñañake muestra la aglomeración de cuerpos, la claustrofobia y el estado de los cuerpos. 

“Mi idea es proclamar un arte insubordinado, sin fronteras, honesto, motivado por una fuerza extravagante que recorre mis venas, quizá es la fuerza de nuestro linaje clamando por el amor, la reintegración y el respeto por nuestro pasado milenario”, dice Ñañake. 

Un arte que no sólo piensa en la venta, que no hace diferencia entre la “obra de creación” y la “obra comercial”; artistas que trabajen duro y parejo. Felizmente Lambayeque también es fecundo en eso.