La escultura es aquel bello arte que nos transmite emociones por medio del esculpido, tallado o modelado de un material. Arte que no eligen muchos por lo complejo de su labor y dificultades como la obtención y traslado del material deseado.  Sin embargo, cuando el artista elige esta forma de expresarse, o más bien la escultura lo elige, se da una comunicación armoniosa, única, un matrimonio donde el “para siempre” existe. 

Luis Enrique Díaz es una joven promesa del arte escultórico. Autodidacta, se ha nutrido de la vida, de la gente, y es esto lo que lo ha educado con sus formas, colores, texturas. En mármol, ónix, obsidiana verde, entre otros tipos de piedras, Luis encuentra el material que le permite expresarse, para dar como resultado un trabajo excelente y reconocido por sus detalles.

Destaca la escultura en forma de medallón del hombre de perfil. En ella se evidencia la costumbre de dibujar la pieza antes de hacerla. El tratamiento de los cabellos, sobre todo en la parte superior, es muy natural. Lo mismo que el rostro del hombre en general. Tal vez incisiones más largas y finas en la parte final del cabello completarían el buen trabajo de Luis.

Una pieza aparte, y donde se aprecia el preciosismo de su trabajo, es “El capón negro” en granito. Hay todo un contraste entre el rostro del noble animal, aquellas orejas minúsculas y el deleite en el sinfín de trabajosas rayas que componen la crin. A esto se suma el que ciertas partes de la escultura presentan un color más claro. Sólo cambiaría el pedestal por uno más acorde con la figura equina, y que permita apreciar además este efecto del color ya mencionado (como en el “El Triunfo”, donde escultura y base se complementan muy bien).

“Dolor en camino” y “Ternura” son dos piezas que abordan el tema de la maternidad. En la primera hay un homenaje a la mujer en este estado. Es muy significativo como Luis recoge y expresa ese momento, el miedo al ya conocido dolor del parto. El estilizar a esta madre, alargándola  y por el contraste de color, Luis nos ofrece una de sus más bellas obras.

“Ternura”, por otro lado, es una pieza que está llena de candor en este tradicional gesto que hacen las futuras madres. Acá ya no hay una actitud de miedo, acá se sobreponen los períodos más característicos del embarazo, como es el esperar con alegría a ese hijo (a). Muy acertado el tratamiento y la elección del mármol verde. 

“Guardián del Tiempo” y “Detrás de la careta” son dos piezas hermanas. La primera es un homenaje a estas grandes culturas norteñas, y tal vez como su nombre mismo lo dice, es este un Guardián de este legado, lo cuida y lo defiende. En la segunda, se destaca este rostro blanquecino donde Luis evidencia su inicial trabajo haciendo rostros en monedas. Hay un adecuado balance entre las partes pulidas y sin pulir. 

Si en las obras figurativas Luis nos ofrece profusión de detalles, es en la escultura abstracta donde nos ofrece la belleza de los materiales con los que trabaja.

La serie de “Vientos” destaca por su exploración de las formas entre ondulantes y rectas, en la cual predominan las primeras. “Viento de atardecer” es una pieza que luce también el contraste de texturas muy recurrente en Luis y nos da la impresión de una piedra que ostenta la huella de ese viento irregular de la tarde.

“Viento de primavera”, “Viento de anochecer”, “Una gota de mar”, ya son piezas donde se rinde tributo a los materiales trabajados y donde la obsidiana nos muestra sus cualidades. 

La serie “Agua”; “Soplo de Vida”, “El mendigo”, y un largo etcétera son muestra del talento de Luis.

“Sólo sé que tengo que trabajar y me siento contento”, me menciona Luis. Esta frase ya nos resume una nueva y saludable actitud frente a la vida, frente a personas que se quejan de su suerte y quisieran tumbarse a llorar todo el día. Esperamos que la alegría de Luis sea inacabable.