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Un asunto químico

  |   Alex Neira / Descargos de conciencia   |   Junio 22, 2012

Una inyección nasal de oxitocina quizá sea la respuesta.

Entonces, lo que falta es algo de dinero.

Tal vez sí lo tienes.

El hecho es que…

Todo indica hay una cura.

Eso de vivir como esclavo del cuerpo, de no poder dejar varios de los compulsivos placeres…

…Podría terminar.

 

Oxitocina: una hormona; estimulante natural.

Una sustancia cerebral que fluye a base de ciertas descargas.

Como el cortisol, la dopamina.

Su falta o aumento podría cambiar la vida de cualquiera.

Vulgarmente la tildan como la hormona del amor.

Ingrediente esencial en el enamoramiento o el orgasmo.

O el amor por los hijos inclusive.

(Podría sacrificársele un cordero, qué va).

 

Y si en tu caso ya se probó con psiquiatras y psicólogos de la teoría emocional.

Con sedantes de dudosa y respetable procedencia.

Qué sé yo, con curas o brujos o exorcistas…

Una inyección nasal de oxitocina, una dosis de cuando en cuando…

…Y dejarías por fin los malos hábitos.

Las pasaditas de mano, que es lo preocupante.

O mejor dicho, los excesos de ciertos gustitos.

 

La filematología, ciencia que estudia los besos, hace años demostró que besarnos disminuye los niveles de la hormona del estrés, cortisol.

Asimismo, en proporción va aumentando el nivel de oxitocina.

Aunque con la condición de que besemos a la persona adecuada.

Detalle que hace de un asunto biológico un problema esencial.

Ojo: de origen social.

Será que otra vez nos chocamos con la evidencia de nuestra matriz “comunidad”.

 

Una de las caras de la moneda, o si quieres medallón: somos nosotros mismos, y claro, la otra cara son los demás.

Supongo, en eso estamos de acuerdo.

No es un muy común besar a quien convendría besar.

Por lo general cada quien sobrevive como puede al amparo de desapasionados labios.

Al margen de que el beso sea fundamental para el aparejamiento y la reproducción, ya pensando como antropólogo.

Al margen de que la biología diga que es un poderoso mecanismo de adaptación.

 

Quizá en un futuro no muy lejano, tanto grandes y chicos demasiado emocionales, reciban sus inyecciones de oxitocina.

O bueno, una pastilla equivalente acaso logre resolver lo hasta ahora incomprensible para la mayoría de la Humanidad:

¿Por qué mierda distinguiendo lo conveniente se hace lo perjudicial, por qué si cada quien se promete no caer en sus debilidades sucede de nuevo?

Y otra vez.

Buscando paz interior en conventos, bosques, ismos, logias, hermandades, cofradías, libros, templos.

 

Por lo pronto, queda seguir con los métodos de siempre.

La ciencia harto ha hecho por nosotros, o más bien nosotros mucho hemos buscado respuestas en la ciencia.

La química nos sorprende con sus descubrimientos pero al final el fondo es el mismo.

Los valores perpetuamente continuarán en crisis.

Ansiando hacerse imponer donde haya corazones que los quieran imponer.

Los vicios nos esperan, y así será hasta el final de los días.

Por eso ser virtuoso es andar pendiente de nuestros actos.

No es ninguna broma eso de “dime como te diviertes y te diré quién eres”. 

 

Óleo: Mi prisionero, del artista ecuatoriano Herbel Orozco

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